Cierta vez perdí el original de un cuento inédito hecho en máquina de escribir, en ese entonces aún no se usaba en Cuba la computadora, y no tenía ni siquiera un borrador, y busqué papel por papel, rincón por rincón, hasta en el más ínfimo espacio. A veces despertaba en la madrugada y en mi desesperación pensaba en algún lugar que quizá no hubiera buscado, lo había pasado por alto, y encendía las luces y buscaba nuevamente en el resto de la casa. Así sucedió por más de un año sin que mermara mi obsesión por encontrarlo; hasta que un día me decidí, porque el temor de superarme a mí mismo, hacerlo igual o mejor que el extraviado, era una labor aterradora. Y lo escribí porque estaba consciente de que esa agonía iba a padecerla mientras durara la pérdida, lo que sería por el resto de mi vida. Pensaba en Hemingway y en Carpentier que en algún momento de su vida habían perdido manuscritos.
Sólo de pensar que podría volver a ocurrirme, me asusta.
Ángel Santiesteban-Prats