El rencor del Estado Totalitario es letal. Es la perenne persecución. Toda una estructura devastadora capaz de irte aniquilando lentamente. Con persistencia están donde menos uno se los imagina, hasta percibir su porción de veneno. Una serpiente mortal que espera su momento para morder. Y siempre es su momento.
Por donde menos esperaba recibí el ataque. Una exmujer fue captada, aprovechando su despecho de tres años de separación, para usarla en mi contra. Sin que medie una sola prueba, he sido acusado de “Violación”, “Robo”, “Intento de Homicidio”, “Amenaza”, “Asedio”, “Lesiones”, “Atropellar a un menor en la vía pública”, entre todos los supuestos delitos, la suma de años sobrepasan los cincuenta. Y otras acusaciones que seguramente estarán por llegar. Es como un mensaje de la mafia: colaboras a las buenas o a las malas. He optado porque sea a las malas. Por lo único que siento preocupación es por no poder cumplir todos los años en caso de ser sancionado. Con la edad que tengo y los años que piden es imposible terminarlos.
Hace poco informé en este blog que me citaron para el Hospital Psiquiátrico de La Habana (Mazorra). No puedo predecir qué están tramando. Luego fui entrevistado por un Teniente Coronel de Operaciones y un Mayor Político, así se identificaron, y me hicieron relatar todas las acusaciones que sostiene la Fiscalía sin una sola prueba en mi contra. Por supuesto, sabía que grababan la conversación. Le hice saber la fabricación de los delitos y que estaba consciente de que era un plan ideado por la Seguridad del Estado para doblegarme y, en caso de persistir, desacreditarme internacionalmente.
Evidentemente ellos no escucharon nada nuevo, lo sabían todo. Supongo que sólo pretendían grabarme o ver el grado de daño que habían logrado en mí. Se habrán sentido decepcionados, pues cada acto de injusticia que comentan contra mí o mis semejantes, es una fuerza agregada a mi voluntad de ser bloguero.
Antes de irme les dije a los oficiales que no me importaba que me condenaran, tampoco que me llevaran a prisión, que estaba convencido que había cumplido con las misiones más importante de las que vine a hacer en esta vida.
1. Tener hijos.
2. Escribir libros.
3. Sembrar un árbol, para honor mío, a unos metros de la Campana en la Demajagua.
4. Y de sobrecumplimiento, he sido un masón disciplinado y entregado a mi Institución.
A partir de eso, todo lo siguiente que podría hacer, sería repetirme, continué diciéndoles, además, que estaba consciente, a través de terceras personas que se habían confesados, que la Seguridad del Estado las presionaba para continuar el hostigamiento contra mí, dije finalmente.
Ellos no opinaron, sólo escucharon y prometieron volverse a reunir conmigo para darme una respuesta a toda la parafernalia que crearon con respecto a mi persona. Sé que el objetivo era ver mi estado de ánimo, mi capacidad de persistencia y la forma de continuar socavando mis fuerzas.
No espero nada bueno de ellos. Ya ni siquiera espero. Decidí olvidarlos, continuar laborando por el progreso humano porque, en algún momento comprendí, que un estado depresivo aparecía con frecuencia en mi psiquis. Y por instantes pensé que lo podían lograr.
Y no hay mejor respuesta que escribir.
Ángel Santiesteban-Prats