De niño pensábamos que el “coco” vendría por nosotros, por nuestro cuerpo, venía a recogernos por no comernos toda la papa (entiéndase boniato), o por no acostarnos temprano. Luego de crecer sabemos que el hombre del saco sí pasó por nuestras vidas, y se llevó en su fardo más que las riquezas y pertenencias familiares, las vidas y los sueños de mis abuelos, padres, hermanos, amigos, las mías a las que aún me aferro con las uñas y los dientes para que no sean arrebatadas, y ya manipula la de mis hijos y ahorita, si se lo permitimos, la de los nietos.
El Estado cubano, por más de medio siglo, se ha detenido frente al monstruo del “capitalismo” que describía en crítica constante, niños que asustaba conque “viene el coco”, y ha sido tanto su estudio minucioso del original, que por reflejo ahora se ha convertido en su imagen, “el hombre del saco que viene a llevarnos”, así nos asusta con el capitalismo la propaganda comunista.
Los cubanos hemos sido estafados. El Estado socialista lentamente va cediendo las ideas con que quiso eternizar la dictadura, un franco retroceso al capitalismo. Con las diferencias que ahora se estará más desprotegido porque no se tiene el conocimiento ni la infraestructura familiar ni social, para enfrentar y sostener una vida con dignidad.
La gran diferencia radica en quiénes son los únicos ganadores del cuantioso sacrificio de millones de cubanos en este más de medio siglo. La familia Castro vive en mansiones lujosas, poseen varios autos, yates, viajes constantes, negocios prósperos, fortunas y propiedades en otros países, en definitiva, disfrutan de una entrada económica que les permite vivir como millonarios.
El principio del siglo XXI ha comenzado a ser su final. Intuyen que se les acaba el tiempo. Lo único que no saben es cómo y qué idear para que su familia mantenga su estatus y riquezas, y asegurar, por supuesto, que luego no sean devueltas al pueblo cubano.
Mientras prolongan las estrategias de ventajas usureras de los gobernantes Castro, los sueños de los cubanos de libertad y próspera economía, se aplazan, continúan en plena postergación.
Ángel Santiesteban-Prats