Cuba dejó ser tema de buenas noticias en la prensa mundial desde hace ya muchas décadas. Hoy por hoy, las violaciones de los Derechos Humanos, la represión y la violencia de estado, los secretismos a cerca de la salud de los dictadores -el retirado Fidel Castro y el «activo» Hugo Chávez-, las persecuciones políticas, las detenciones arbitrarias, la persecución religiosa, los presos políticos y los campos de concentración donde los tienen hacinados, las epidemias de cólera y dengüe, las miserables condiciones de vida y de la sanidad, son, entre otras muchas desgracias que padecemos quienes estamos atrapados en la isla, el leiv motiv en los periódicos y medios de comunicación extranjeros. Claro que siempre hay algunos que llenan de halagos al cruel régimen, porque los negocios son negocios. Y tampoco les importa la verdad porque viven fuera.
El dictador debería ya haber tomado nota de que es él mismo su principal detractor. Ninguna persona en su sano juicio y en plenitud de sus facultades puede pensar -e intentar hacer creer- que son el embargo y el «imperio» sus enemigos. Y debería asumir que ser dictador es mala prensa en todo el mundo.
A los cubanos nos puede intentar mentir y silenciar, pero no puede hacerlo con el resto del mundo.
Y mientras espero la respuesta a la apelación del vergonzoso fallo judicial sobre una causa inventada con el que me quieren encerrar cinco años en un campo de concentración, alegando que «escribo con «cierta» inclinación, y dibujo las letras de un «tamaño muy sospechoso», en Francia alaban mi obra literaria, la publican y la promocionan.
Ángel Santistesteban-Prats