Mi tan querido niño, mí tan amado Chinito:
casi no puedo escribirte porque el aliento me falta. Ahora tengo un poquito de fuerzas que utilizaré para hacerte llegar unas letras que sabrás que van bien húmedas y llenas de amor. Estoy bien, trabajando como siempre en el mismo lugar que tú conoces, con las mismas buenas personas. Sigo orgullosa de ti, ya que no todo el mundo renuncia tan fácil a ser Rey para convertirse en Mendigo. En mi egoísmo de madre, prefiero lo anterior, pero tengo que aceptar tu decisión, que no podía ser otra, ya que tu integridad, honestidad y valores no te lo permiten, porque fuiste educado bajo los preceptos martianos. Sigue leyendo