Diario en la cárcel XXXV. El silencio de los corderos

Ha transcurrido más de un mes desde que el domingo 26 de mayo, Cuba fuera dictaminada -en el 38° Congreso de la FIDH en Estanbul,  Turquia- como el país que más violaciones comete de todos y cada uno de los derechos civiles y políticos en América Latina.

Lo que debiera ser una fiesta nacional, no se ha podido festejar porque es como si la noticia, al estilo de los primeros siglos de colonizados, tuviera que esperar que el barco, impulsado por el viento y la buena de Dios, atravesara el Atlántico.

El silencio sobre las violaciones es otra violación que se suma a ese rosario que padecemos los cubanos. A esa cadena de silencios, se agrega el de los periodistas con acceso a Internet que callan hasta que sus jefes le dicten la noticia y el estilo con que debe exponerse;  mientras sus conciencias duermen, convierten esa humillación a su profesión  en su proceder cotidiano.

En septiembre tendrán los funcionarios cubanos que regresar a Ginebra, y, una vez más, intentarán encubrir sus desmanes, desplegando sus astucias y engaños, subestimando la inteligencia ajena.

Por ahora Cuba, como desde hace más de medio siglo, se sirve de la voz del pueblo. La noticia va pasando de uno a otro, surcando la ciudad y la isla toda, con el eco de quienes la escucharon en Radio Martí y de los que la pudieron leer en Internet.

Realmente estamos cerca de que la realidad de Cuba cambie, solo que tenemos que empujar el muro, hacer los últimos esfuerzos para que se produzca el cambio social que necesitamos.

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Ángel Santiesteban-Prats

Prisión 1580. Julio de 2013

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