Otro Congreso de la UNEAC se fue y nuestra realidad se mantiene inamovible. Los problemas existenciales no mutan; los intelectuales siguen conversando a soto vocce, mirando a sus espaldas para asegurarse de que no son escuchados y luego traicionados por sus propios colegas, vecinos, compañeros de trabajo, y hasta por la familia.
Otro inútil congreso, y los funcionarios siguen siendo los mismos: aquellos que una vez fueron perseguidos, expulsados, marginados y vejados, pero hoy -cuando los políticos escondieron sus prejuicios- les sirven con la alegría del esclavo al que una vez a la semana le permiten bañarse en el río y por eso cree que es libre.
Si antes tres días de Congreso no fueron suficientes para evitar el deterioro social, y en la actualidad el Estado se ve obligado a considerar el crecimiento desmedido de la delincuencia juvenil, la falta de ética en la vida cívica y la mala educación generalizada, ahora con dos días de planeamientos, solo podemos esperar que la incultura crezca, y que -como un virus- se acomode en la sociedad y haga un estrago mayor.
Nos hemos convertido en un pueblo que no expresa sus sentimientos, sus sueños, su verdadera opinión sobre el gobierno, que no ejerce la crítica, pero que -como si se tratara de un deporte nacional- practica la hipocresía, la envidia, el odio y el oportunismo.
Acto de repudio frente a la sede de las Damas de Blanco
Ni siquiera antes de 1959, tiempos en que los comunistas nos enseñaron que éramos pobres y sumisos, teníamos una juventud tan deformada e incívica.
Mientras se finge que se ha celebrado otro Congreso, los problemas sociales se multiplican, asciende el índice del mal gusto, la mediocridad y el oportunismo alcanzan cotas insospechadas.
El arte genuino y profundo busca otros horizontes. Ahora no recuerdo dónde escuché que «a la IX es la vencida».
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión asentamiento de Lawton. Abril de 2014