A pesar del más de medio siglo transcurrido desde aquella confesión: “yo sé que tengo miedo, mucho miedo”, que el gran escritor Virgilio Piñera -uno de los más grandes artistas nacidos en el archipiélago- pronunciara en la Biblioteca Nacional, en el mismo lugar y momento en que Fidel Castro parloteara sus “Palabras a los intelectuales”, nunca pude dejar de imaginarme la burla interior que debió ocultar el joven comandante al escuchar la frase; y luego, la risa abundante y grotesca del resto de los barbudos…, y las veces que habrán repetido “maricón de mierda”, sin imaginar ninguno de ellos -infelices almas- que aquel poeta los sobreviviría en dignidad y pasaría a formar parte de la historia del país como uno de sus grandes hombres, gracias a su legado literario, mientras que Fidel Castro y el resto de su indigno equipo “revolucionario”, solo nos deja una inmensa estela de sangre y dolor.
El más valiente y honesto entre los presentes en aquel congreso fue Piñera, que con sus expresiones adelantaba lo que caería encima del país, en particular, sobre el sector de la cultura. Gracias a aquellas palabras premonitorias, dignas de un iluminado, hoy conocemos el costo de que hayan sido ignoradas por el resto de los intelectuales. Quizá -si en aquel momento se hubieran unido- luego habrían sido respetados, evitando así todo el sufrimiento que padecieron tanto Virgilio, Reinaldo Arenas y Heberto Padilla; posiblemente también habrían sorteado todo aquel teatro abusivo que les rodeó durante el fatal período en la década del setenta, cuando por su obra crítica, humana, por su ideología y su sexualidad, fueron perseguidos, marginados, expulsados de sus trabajos, centros de estudios, y llevados a sangrar su pecado original de ser artistas.
Fidel Castro siempre supo que debía vigilarlos de cerca y mantenerles la bota encima, puesto que a pesar de que se trataba del “sector blando de la sociedad”, eran peligrosos, nocivos para sus ideales de perpetuarse en el poder.
Ahora, desde mi encarcelamiento debido a la apertura de mi blog “Los hijos que nadie quiso”, puedo asegurar, parafraseando al brillante Virgilio que “no tengo miedo, absolutamente ninguno”, y parafraseando al dictador, “dentro del arte, todo; contra el arte, nada”.
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión asentamiento de Lawton. Abril de 2014
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