La Historia la hacen los hombres y mujeres, luego, es recogida por los historiadores, basándose en documentos probatorios que testifican los hechos.
¿Para qué cubano no fue un orgullo aquel rescate que hiciera el general Ignacio Agramonte, cuando le arrebató a las tropas españolas al apresado oficial Julio Sanguily, pasando a ser una batallas épica –digna de las de Ulises y recogidas en La Odisea– por el derroche de valentía, sentimientos nobles y generosidad que solo podía causar aquel posible suicidio, dada la superioridad numérica de las tropas enemigas?
Sin embargo –hace aproximadamente diez años– se han descubierto los pagos del gobierno español a su espía Julio Sanguily. Se asegura que también era agente del gobierno norteamericano y recibía su precio en oro. Consta que en varias ocasiones, Julio Sanguily recibió dinero y lo usó para propósitos personales. El más doloroso –a mi entender, pues no soy historiador, solo un consumidor constante de las investigaciones de los autorizados en la materia– es aquel dinero enviado por José Martí para el comienzo de la guerra de 1895, pensada y concertada por el Apóstol, y que recibiera Sanguily, y fuera malgastado sin que diera el paso del alzamiento. Su hermano Manuel sí se mantuvo en una posición coherente y vertical con la lucha de los buenos cubanos.
A pesar de las grandes heridas recibidas en combate por Julio, el dinero fue su ceguera, o, viendo su cuerpo tan sacrificado, decidió cambiar el sacrificio por placer, algo repetido por una especie de cubanos a través de los tiempos. Esta realidad también ha sido tratada con secretismo, aunque ya fue recogida por algún historiador, precisamente por aquel que encontró los documentos de pago en los archivos de la península.
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión asentamiento de Lawton. Junio de 2014
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