Por Juan Martín Lorenzo
Entre tantos posts sobre la problemática cubana a veces uno se pierde, invierte un tiempo precioso, leve, en esos artículos donde pelamos la naranja, nos enredamos con el zumo amargo de su cáscara, y las molestias usuales que causan algunas semillas. Olvidamos que su jugo es dulce, provocador, que a veces lo que se corta no tiene que ser de un tamaño exuberante, y la prosa no tiene que ser carpentiana. Alejo, por otra parte, tenia acento francés, impostado, manía libresca aristocrática y muchos olvidos esenciales a la hora de la vergüenza extraliteraria. Sigue leyendo