En mi última visita, el pasado 6 de febrero, tuve la inmensa alegría de recibir a mis hijos, amigos, la madre de mi hija que nunca me falla, y al escritor Nelton Pérez (aquel que tiene más talento que miedo). Y me visitó uno de los más inmensos poetas vivos del archipiélago cubano, Rafael Alcides, que acumula en su curriculum humano –además– ser el artista más consecuente con sus sentimientos y la manera de entender la vida.
El “delito” de este don Rafael (no del Junco sino Alcides), ha sido lo contrario al personaje de Félix B. Caignet, que sí habla, dice lo que le preocupa a través de su arte y su voz ciudadana, por lo que el séquito de artistas del gobierno, lo marginó de toda actividad cultural oficialista, y sus libros impresos en el extranjero se decomisan apenas hacen entrada en la aduanas de Cuba, quebranto para el poeta que, entre otros, lo hizo decidir pedir la renuncia a la UNEAC y devolverles la medalla por los 50 años de la Institución y ser él uno de sus iniciadores. Sigue leyendo