El Presidente Kennedy no cumplió su parte cuando –en la invasión a Playa Girón– dio la espalda y dejó a esos soldados a la buena de dios. El Presidente Carter abrió las puertas para que por la Bahía del Mariel, salieran los cubanos descontentos y así dar respiro a la dictadura cubana. La estampida solo sirvió como válvula de escape para mermar la presión interna en el archipiélago. El Presidente Clinton hizo algo parecido al aceptar otra oleada de resentidos por la estafa social del régimen totalitario, cuando en 1994 llenó con ellos la Base Naval de Guantánamo. Sigue leyendo
Lo que le agradecemos al Partido Demócrata
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