Qué triste es ver a un pueblo en sumisión constante, en su desesperación por subsistir. En la unidad de guardafronteras donde me encuentro encarcelado, he podido ver –a través de la ventana– una “Feria agropecuaria” para los militares y empleados civiles, en la que les ofertaron algunos productos en precios distantes a los que se venden en las redes comerciales acostumbradas. No hablamos más que de galletas dulces, comidas mal elaboradas, vinagre, ron, huevos y algunas otras menudencias que despertaban en los consumidores la más intensa expectativa.
Daba vergüenza que tuvieran que repartir turnos para controlar la cola. Sin el más mínimo recato, aquellos y aquellas tenientes coroneles, mayores, capitanes y demás oficiales, arremetían unos contra otros en su desespero de subsistencia. Sigue leyendo