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Carta abierta al papa Francisco.

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Su Santidad, ahora que su nombre no está tan de moda en la isla de Cuba me decido a escribirle estas líneas

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El papa Francisco (EFE)

LA HABANA, Cuba.- Su Santidad, ahora que su nombre no está tan de moda en la isla de Cuba me decido a escribirle estas líneas. Supongo que tal falta de predicamento tiene que ver con la poca compañía que nos ha dado, y también por la distancia que puso entre usted y los cubanos. Si insisto en hilvanar estas ideas, es porque tengo la certeza de que su quehacer al frente de la iglesia, es decir de la tierra, dista mucho del amor, la justicia y la equidad que conocimos en Juan Pablo II, a quien los cubanos recordamos con afecto y devoción.

Quiero contarle que somos muchos los que hoy pensamos que no ha sido bueno su nombramiento para los habitantes de esta isla, aunque le aseguro que fuimos muchos los cubanos que nos alegramos al saber que sería usted el nuevo jefe de la iglesia católica. Nos llenó de euforia el hecho de que un latinoamericano que hablaba nuestro idioma, y que sabía bien lo que significaba una dictadura militar, se pusiera al frente de la iglesia.

Con alegría estuvimos creyendo que su santidad se ocuparía de nosotros tanto como lo hizo Juan Pablo II, pero no fue así. Su historia estaba emparentada con la de Juan Pablo II. Usted conoció aquella sangrienta dictadura militar en la Argentina, y el papa polaco supo bien lo que significaba el fascismo, el comunismo, que son tan parecidos. No nos cabían dudas de que usted, Santo Padre, miraría la realidad cubana y la denunciaría, pero la realidad fue otra.

Juan Pablo II conoció los desmanes del fascismo, y los denunció, y no abandonó jamás a esos desprotegidos del mundo que sufrían los horrores de un comunismo que aún persiste en algunos sitios del orbe. Santo Padre, hoy tengo la certeza de que su visita solo dejo el recuerdo amargo de lo inútil. Tras su partida son muchos los que recuerdan las detenciones que sufrieron esos que jamás creyeron en los presupuestos de un gobierno comunista.

Cuando usted volaba a Roma, muchos cubanos quedaron tras las rejas, y no tengo noticias de una respuesta enérgica salida de su boca. El mismo gobierno que segregó a los católicos en Cuba, que echó a sus fieles de la universidades, que los encerró en aquellos campos de concentración que fueron las UMAP, volvió a reprimir a quienes pensaban diferente, a quienes no estaban dispuestos a comulgar con un régimen dictatorial.

Los cubanos nos quedamos esperando alguna respuesta enérgica salida de su boca, de la del Cardenal Jaime Ortega, pero únicamente nos encontramos con un muro de silencio. Y como ya sabemos, “el que calla, otorga”. Supongo que a usted, y a ese cardenal que tanto hace recordar a un militante del Partido Comunista, les interesaban mucho más las buenas relaciones diplomáticas con el gobierno que la cercanía con los sufridos fieles cubanos.

Sumo Pontífice, quiero recordarle que durante su visita a la isla, un joven desesperado se aferró a su auto, mientras usted hacía su recorrido ante una multitud escogida, en su mayoría, por la policía política. Aquel joven quería su atención, aquel joven pretendía que usted pusiera sus ojos en las injusticias que a diario comete el régimen cubano.

Y qué hizo usted, Santo Padre. Usted lo abandonó a su suerte, y los fieles del mundo pudieron apreciar en sus televisores como siguió usted su trayecto sin voltear, al menos, la cabeza. ¿Supo usted el calvario que desde ese minuto comenzó a vivir ese joven? ¿Se enteró usted cómo respondió el régimen a quien quería llamar su atención? ¿Acaso conoce usted que cada visita de un mandatario a esta isla es un aliento al régimen comunista de los Castro? En una situación como esa lo más digno era abandonar su auto y ofrecer protección a ese joven fiel, pero sucedió lo contrario, usted lo abandono, lo dejó en manos de unos sicarios, que no son en nada diferentes a los que conoció usted en la Argentina.

Vicario de Cristo, me atrevo a recordarle que existen en esta la isla unas mujeres a las que llaman Damas de Blanco. Ellas guardan con enorme devoción una foto en la que aparece una de ellas junto a usted, en una Plaza del Vaticano. Fue durante ese encuentro cuando Berta Soler, líder de esas Damas, le entregó, además de sus palabras de ruego, cierta documentación probatoria de las tantas injusticias cometidas contra ellas y contra los cubanos en general.

Quiero enterarlo, si es que no lo sabe, que esas mujeres no pueden asistir a misa, y que son apresadas cada domingo y enviadas a oscuros calabozos. Y aunque le parezca extraño, eso es para mí una prueba de la existencia de Dios. Resulta que seis días son suficientes para que esas valientes se repongan de las golpizas y vuelvan a salir a la calle con fuerzas renovadas, seis días son suficientes para que las Damas recompongan sus voluntades, para que olviden las magulladuras, para que no las detengan las fracturas óseas, los quebrantos espirituales. Esas mujeres, Santo Padre, vuelven a salir el domingo siguiente, pero la iglesia que usted representa guarda el más absoluto silencio.

Le cuento que esa foto donde usted aparece junto a Berta, preside la entrada de la Sede en La Habana de estas mujeres. Le cuento que junto a esa imagen impresa hay otras, las de muchos activistas que han pagado con sus vidas la osadía de enfrentar a la dictadura. Me encanta, de esa foto, el contraste de su impoluta sotana blanca con el color negrísimo de la piel de esa mujer que lo acompaña.

Sepa también, que junto a esa foto que ellas exhiben agradecidas, aparecen palabras soeces, comentarios groseros que intentan denigrarlas. ¿Y por qué sucede tal cosa? Pues porque ellas hacen visible su descontento contra un régimen grosero y dictatorial. Y sepa que quienes tanto las denigran vierten químicos sobre esa foto. Sepa que esas respuestas son ordenadas por ese gobierno que lo recibió en La Habana. Sepa también que nada doblega a esas mujeres, que terminados los ataques, ellas limpian meticulosamente sus espacios, pretendiendo que el entorno donde muestran aquella foto sea tan blanco como su sotana.

Sabemos los cubanos, los católicos, que usted influyó a favor del acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos, y en la reapertura de las embajadas, pero no sé si usted está enterado que desde que tal acercamiento se produjo, la democracia se nos hizo más distante, y crecieron los arrestos contra los opositores, y las golpizas, y prosperó la muerte de éstos en circunstancias misteriosas. Le aseguro que su partida dejó un manto de desolación al pueblo cubano.

Desgraciadamente, también se ha hecho notorio, la manera en que ese gobierno al que usted auxilió, intentó afectar la salud de funcionarios de la embajada norteamericana. ¿Se pronunció usted, Santo Padre? Si lo hizo no estamos enterados los cubanos. Y nos duele su silencio, nos mortifica su desidia. ¿Y qué habría hecho usted si las cosas hubieran sido al revés? ¿Si fuera Estados Unidos el agresor qué habría dicho usted?

Sepa que a gran parte de su rebaño le asusta su cordialidad con las dictaduras de Cuba y Venezuela, y hasta con la guerrilla colombiana. Tanto es así que ya son muchos los que suponen muy cercano a las izquierdas. Injusto o no, lo cierto es que sus gestiones han estado muy cerca de esas “diplomacias”, tanto es así que ya se le llama a usted: “el papa comunista”.

Usted representa hoy a la Iglesia Católica, pero mañana, cuando Dios lo entienda, será otro; y en cada caso deberá ser un mediador de la verdad, parte del dolor, no dolor aparte. Nosotros, la oposición en Cuba, también somos su rebaño, carne de su carne. Y no creo que el dictador, su familia, y cada uno de esos esbirros que tanto odio han dedicado a Dios y a la Iglesia en estos sesenta años de férrea dictadura, merezcan su atención y su amistad.

Padre Francisco, ¿quién pudo engañarlo así? ¿Quién le hizo creer que la dictadura podría dialogar sinceramente con la iglesia? ¿Cómo pudo la iglesia olvidar las persecuciones que el gobierno cubano dedicó a los sacerdotes y a sus fieles? ¿Quién le hizo creer que el embargo perjudicaba más al pueblo que al gobierno dictatorial? Dos años de relaciones con el gobierno de Estados Unidos dejaron claro que esta amistad hizo que el régimen se empoderara más.

Santo Padre, todo fue un engaño, una cortina de humo para engatusarlo. Los cubanos queremos, antes que comida, libertad, derechos, democracia. Mensajero de Dios, deje de parecer frío, deje de mirar a otra parte, cuando este archipiélago le suplique para que interceda a favor de nuestra libertad. Sepa que aquel joven que durante su visita se aferró a su auto, aún hoy se mantiene en pie de lucha, y que alterna los espacios de su accionar; unas veces en las calles y otras en las prisiones. Y no se extrañe si alguna vez se entera que le fue descubierta una sorpresiva y rara “enfermedad” o que un “accidente” acabe con su vida.

Los asesinados por el régimen no lloran sus muertes, los asesinados por el régimen creen que bien vale la pena morir por conseguir todo cuanto nos pertenece. Quienes en las cárceles hacen huelgas de hambre, no piden ya su atención, y es que quizá ya lo suponen un fantasma. Ellos piden a Cristo, ese que no olvida el dolor de quienes sufren en la tierra.

Santo Padre, atienda nuestra realidad, aunque creo que sería mejor que se mantuviera distante, porque cada vez que nos ha mirado terminó perjudicándonos. Quizá le pedimos silencio, el mismo silencio que dedicó usted, en Argentina, cuando era arrestado alguno de sus sacerdotes.

Padre, no tiene esta carta la intención de conseguir un pronunciamiento suyo a favor de los cubanos abusados, a esos a quienes le roban los derechos más elementales, a esos a quienes usted bien conoce. Bien sabemos que no será usted quien propicie un milagro.

 

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ACERCA DEL AUTOR

Ángel Santiesteban

Ángel Santiesteban

(La Habana, 1966). Graduado de Dirección de Cine, reside en La Habana, Cuba. Mención en el concurso Juan Rulfo (1989), Premio nacional del gremio de escritores UNEAC (1995). El libro: Sueño de un día de verano, fue publicado en 1998. En 1999 ganó el premio César Galeano. Y en el 2001, el Premio Alejo Carpentier que organiza el Instituto Cubano del Libro con el conjunto de relatos: Los hijos que nadie quiso. En el 2006, gana el premio Casa de las Américas en el género de cuento con el libro: Dichosos los que lloran. En 2013 ganó el Premio Internacional Franz Kafka de Novelas de Gaveta, convocado en la República Checa con la novela El verano en que Dios dormía. Ha publicado en México, España, Puerto Rico, Suiza, China, Inglaterra, República Dominicana, Francia, EE UU, Colombia, Portugal, Martinica, Italia, Canadá, entre otros países.

Ser solidarios con Lamberto es nuestro deber.

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Hoy el opositor está haciendo una huelga de hambre, mucho más peligrosa que aquella hambruna que muy bien conocimos los cubanos

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Lamberto-Hernandez-Planas-featuredLA HABANA, Cuba.- Sería bueno que los cubanos hurgáramos en nuestra memoria, que recordáramos las hambrunas que han azotado a la nación en su no tan larga existencia. Podíamos recordar ese periodo al que, eufemísticamente, se le llamó especial. Sería bueno volver la vista atrás, recordar la miseria que invadió a las mesas cubanas por aquellos días. ¿Quién no recuerda aquellos cuerpos famélicos, las caras chupadas? ¿Quién no recuerda la ansiedad infinita? ¿Cuántos pueden decir en Cuba que no se fueron nunca a la cama con el estómago vacío durante aquellos días?

Imaginemos entonces un hambre mayor, multipliquémosla por diez, por cien si les parece mejor. Si lo consiguen podrán entender algo de lo que sucede ahora mismo a Roberto Rodríguez Acevedo y Lamberto Hernández Plana, encarcelados en la prisión de Guamajal de Santa Clara, y ahora en huelga de hambre. Yo quiero contar, intentando apaciguar mi ira, por qué Lamberto se hizo disidente, por qué Lamberto hace hoy no ingiere ni un bocado.

Lamberto Hernández Plana, quien ha pasado la mitad de su vida en presidio político, fue también un joven. Yo sé de aquellos días en los que estudiaba en Gerona, en isla de Pinos. Entonces era un imberbe. Fue allí donde lo amenazaron por primera vez, pero no tenía la más mínima conciencia política, y hasta estuvo de acuerdo con aquel agente en delatar a unos angolanos que pretendían hacer un partido político, como le aseguraba el oficial.

Lamberto se mantuvo al acecho, atendió a las conversaciones, y hasta creyó que debía dar cualquier información al oficial, pero muy pronto comenzaron las amenazas de ese oficial que estaba muy seguro de que los africanos preparaban algo. Lamberto dijo entonces que no conseguía ninguna información, que al parecer aquellos hombres no confiaban en él y por eso no se abrían a la confesión. El agente estaba molesto con Lamberto porque no respondía como él esperaba y terminó amenazándolo, aseguró que si no hacía lo debido lo consideraría su enemigo.

Solo transcurrió un mes y ya el joven fue citado a la estación policial para advertirlo de que había sido acusado de un delito de “Robo con Fuerza”. Allí quedó detenido, allí le mostraron a una jinetera que solo conocía de vista pero que ellos aseguraban que la conocía más que bien. A pesar de la buena defensa de su abogado, Lamberto fue enviado a prisión.

Ese hecho le hizo tomar conciencia. Supo que desde ese momento enfrentaría al poder. Comenzó a leer y se acercó a algunos disidentes que encontró en la prisión. Fue allí donde realizó varias huelgas de hambre en protesta por los abusos que cometían contra él, y con el resto de los reclusos. Ya estaba yo en prisión cuando escuché hablar de él. Un preso contaba de una de sus huelgas de hambre, de todo el peso que había perdido. Inconsciente lo llevaron al hospital. Aquel hombre no podía olvidar el mal olor que salía del cuerpo enfermo de aquel Lamberto a quien ni siquiera le permitían asearse en aquel breve espacio.

También supe del día en que Hernandez Planas reventó un televisor contra el piso. Una fecha señalada para la “revolución” era celebrada y el rompió el aparato en el que se hacían loas al gobierno. Estuvo 24 años en prisión, y el poder confió en que al salir claudicaría, pero no lo hizo. Lamberto comenzó entonces a colaborar con algunas agencias de noticias.

Recuerdo que alguna vez me contó de aquel sitio de albergados, creado por la dictadura. Según me dijo, en aquel espacio era común que nacieran niños con leucemia. Las investigaciones aseguraron que en aquel lugar existió antes una fábrica de acetileno y que luego fue desmantelada. A pesar de las constantes advertencias para que fueran trasladados, el albergue continuó en pie, y nacieron más niños enfermos. Lamberto iba a dar a conocer la noticia, pero la dictadura se le adelantó…

Fue entonces cuando le armaron otra farsa. Lo acusaron de querer abusar de una joven, que resultó ser una recién graduada de la escuela de Derecho. Un teatro muy bien montado. Ya los oficiales de la Seguridad del Estado lo habían advertido, pero él siguió empeñado en denunciar al gobierno totalitario de los Castro.

Eso sucedió con Lamberto desde que decidiera, aquella vez en Gerona, no colaborar con la Seguridad del Estado. Y esa decisión la mantiene todavía. Hoy Lamberto está haciendo una huelga de hambre, mucho más peligrosa que aquella hambruna que muy bien conocimos los cubanos, y a la que el gobierno dio el nombre de “periodo especial”. Ser solidarios con este buen hombre es nuestro deber.

 

ACERCA DEL AUTOR

11535810_945307318858821_2270570753317567061_nÁngel Santiesteban

(La Habana, 1966). Graduado de Dirección de Cine, reside en La Habana, Cuba. Mención en el concurso Juan Rulfo (1989), Premio nacional del gremio de escritores UNEAC (1995). El libro: Sueño de un día de verano, fue publicado en 1998. En 1999 ganó el premio César Galeano. Y en el 2001, el Premio Alejo Carpentier que organiza el Instituto Cubano del Libro con el conjunto de relatos: Los hijos que nadie quiso. En el 2006, gana el premio Casa de las Américas en el género de cuento con el libro: Dichosos los que lloran. En 2013 ganó el Premio Internacional Franz Kafka de Novelas de Gaveta, convocado en la República Checa con la novela El verano en que Dios dormía. Ha publicado en México, España, Puerto Rico, Suiza, China, Inglaterra, República Dominicana, Francia, EE UU, Colombia, Portugal, Martinica, Italia, Canadá, entre otros países.

«Lobos en la noche» DEL AUTOR Ángel Santiesteban

Tengo el honor de ser el representante literario de mi hermano, el escritor Ángel Angel Santiesteban-Prats y hoy acabo de recibir la gran noticia de que pronto estará en librerías alemanas su libro «Lobos en la noche», una recopilación de sus cuentos, que acaba de publicar la prestigiosa editorial alemana Fischer. Gracias, Michi Strausfeld, gracias Corinna Santa Cruz por todo lo que han hecho para que este libro vea la luz. Gracias, querido Abilio Estévez por tan hermoso epílogo. ¡Bienvenido, querido Ángel Santiesteban al mercado alemán!

libro del chino

Para todos mis amigos y lectores alemanes: me siento honrado de recomendar este libro. El autor es angel santi esteban, uno de los grandes escritores cubanos de mi generación. El prestigioso editor fischer ha publicado el libro.

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Amir Valle

La dictadura respondió a la blanda oposición.

Miercoles, Septiembre 27, 2017

Ángel Santiesteban-Prats

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No debería la disidencia cubana trazar sus proyectos apoyados en caprichos. La disidencia cubana no debería pensar que cualquier comentario o crítica, de un probado aliado, es un ataque del enemigo. Y la prueba más contundente ha sido la serie en tres capítulos de “Respuesta a Miguel Díaz Canel. Mentiras y manipulaciones contra la Oposición”, realizados por Estado de Sats y el Foro por los Derechos y Libertades, donde Antonio Rodiles comenta una conferencia ofrecida por Díaz Canel, el Talibán, a cuadros del régimen, y en la que de manera despótica habla sobre la oposición política, y deja muy claro que la censura y la represión serán sus armas más enérgicas.

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Diaz Canel advierte que no habrá posibilidad alguna para proyectos, que hasta hace muy poco parecían una alternativa para lograr la libertad y la democracia en Cuba, como es el caso de “Otro 18” y “Cuba Decide”. Con sus palabras anula de modo tajante cualquier indicio que haga pensar en una futura democracia.

Cuando aún no se conocía este video, publiqué dos artículos llamando a la cordura, a lo inverosímil que resultaba creer en esa posibilidad de que la dictadura permitiera un gesto de democracia; y aparecieron algunos insultados, y como siempre, en gesto de inmadurez intelectual, y política, mencionaron tonterías para desacreditar mi punto de vista. Y ahí radica la gran debilidad de una oposición que no acepta críticas o alternativas que se alejen de sus presupuestos. Esa oposición responde con rabia aunque el otro no tuviera el ánimo de atacarlos, esa oposición responde con furia a pesar de que el ¨oponente¨ busque entendimiento y conciliación. Resulta que en ocasiones no conseguimos esconder que somos hijos de ese régimen que despreciamos.

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No concibo que a estas alturas haya quienes crean, y hasta lo digan en voz alta, que los Castro, permitirán una alternativa democrática para Cuba. Es como si no miraran la realidad en Venezuela, como si olvidaran la historia, todo lo que ha ocurrido con los disidentes cubanos desde 1959. Ahora es Díaz Canel quien se ha ocupado de dar las respuestas. Yo nunca intenté molestar o desacreditar a mis hermanos de la oposición. Para eso está la dictadura, pero insisto en que una confrontación suave desde Miami, o desde aquí, no es el camino. Los paños tibios no hacen ni siquiera cosquillas a ese régimen totalitario, más bien le permiten apuntalarse.

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Y quien lo dude que recuerde la Primavera Negra. Si la dictadura le escaseaba la vergüenza, ahora no tiene ninguna. Al régimen no le importa que le griten las verdades desde Miami o desde aquí mismo. Ellos creen saber cómo detener cada intento de ¨subversión¨. Estas palabras de Díaz Canel dejan en claro que hay que olvidarse de cualquier diálogo político con los Castro. Advierte que no habrá plebiscito y que ni siquiera admitirán que participemos en esas amañadas y antidemocráticas elecciones que se avecinan.

Para que algo suceda a nuestro favor, tendría el régimen que sufrir la presión internacional; un bloqueo más apegado a lo diplomático que a lo económico, como ocurrió con el apartheid en Sudáfrica. Para ello tiene que regresar una Posición Común de la Comunidad Europea que armonice con la política trazada por el Presidente Trump, y a la que se agreguen esos países latinoamericanos que hoy desaprueban el robo de las libertades en Venezuela, y que antes callaron ante la realidad de una Cuba, muy próxima a alcanzar sesenta años de férrea dictadura.

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Ángel Santiesteban-Prats

Miercoles, Septiembre 27, 2017

 

Peligran las vidas de dos disidentes cubanos

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Desde prisión, Roberto Rodríguez y Lamberto Hernández han decidido exponerse a la muerte

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LA HABANA, Cuba.- Dos disidentes cubanos se encuentran en huelga de hambre en la prisión de Guamajal en Santa Clara. Roberto Rodríguez Acevedo y Lamberto Hernández Planas han decidido exponer sus vidas porque la dictadura ha cometido, contra ellos y muchos otros, las injusticias que acostumbra. Luego de mi última visita a la prisión, las autoridades penitenciarias impidieron que pudiera encontrarme nuevamente con ellos en la visita familiar; no hay dudas de que detrás de esta arbitrariedad está la mano de la Seguridad del Estado. Los necesitan solos y aislados, alejados de la mirada mediática para poder actuar con impunidad.

Roberto Rodríguez Acevedo es un hombre de sesenta y cuatro años, y ha sido condenado a catorce años. El régimen ha decidido sacarlo definitivamente del contexto político. Una vez que reciba su libertad, ya tendrá menos fuerza física para enfrentar a la dictadura, esa que olvida que el hecho de estar entre rejas es también una forma de luchar contra la dictadura del clan Castro.

Las constantes vejaciones que recibe cualquier preso hacen que muchos atenten contra sus vidas. Y es cierto que esta no es la mejor vía, pero yo, que ya estuve en situación semejante, tengo la certeza de que la desesperanza hace tomar decisiones como esas, y eso le viene muy bien al régimen.

Contra Roberto Rodríguez Acevedo sucedió lo mismo que con muchos disidentes; un juicio amañado, testigos que responden al discurso oficial que desprestigian al reo… La Seguridad del Estado escoge el delito, casi siempre los más deshonrosos, aquellos que la opinión pública odiará. El juicio oral se convierte en un acto circense donde magistrados y fiscalía son la misma cosa: títeres movidos por las manos de los oficiales de la policía política.

Lo cierto es que Roberto Rodríguez Acevedo cumplirá una sanción inventada y nada podrá liberarlo de tal infamia a menos que la dictadura caiga, o que la muerte lo libere de tanto abuso e indefensión. Así sucede a todos en régimen que no permite ni la más discreta oposición. Todo aquello que huele a crítica, a emplazamiento legal es combatido con saña sin que importen las consecuencias.

Lamberto Hernández Planas, también con sus razones para sumarse a la huelga de hambre, ha querido solidarizarse con su hermano de lucha, y un día después de que se plantara Roberto Rodríguez Acevedo, se sumó a la huelga que le podría causar la muerte que ojalá no ocurra, pero eso depende de todos los cubanos. Todos debemos ser solidarios y hacer que tal injusticia se conozca en todo el mundo.

Exijamos que a Roberto Rodríguez Acevedo y Lamberto Hernández Planas, les sean restituidos sus derechos, que sean devueltos a la vida pública. Ellos solos, desde sus oscuras celdas, no podrán lograrlo. Eso depende de nosotros.

ACERCA DEL AUTOR

Ángel Santiesteban

Ángel Santiesteban

(La Habana, 1966). Graduado de Dirección de Cine, reside en La Habana, Cuba. Mención en el concurso Juan Rulfo (1989), Premio nacional del gremio de escritores UNEAC (1995). El libro: Sueño de un día de verano, fue publicado en 1998. En 1999 ganó el premio César Galeano. Y en el 2001, el Premio Alejo Carpentier que organiza el Instituto Cubano del Libro con el conjunto de relatos: Los hijos que nadie quiso. En el 2006, gana el premio Casa de las Américas en el género de cuento con el libro: Dichosos los que lloran. En 2013 ganó el Premio Internacional Franz Kafka de Novelas de Gaveta, convocado en la República Checa con la novela El verano en que Dios dormía. Ha publicado en México, España, Puerto Rico, Suiza, China, Inglaterra, República Dominicana, Francia, EE UU, Colombia, Portugal, Martinica, Italia, Canadá, entre otros países.