Para culminar con mi impresión personal sobre la Asamblea del G-20 en la sala “Fresa y Chocolate” del pasado 28 de noviembre, debo reconocer la solidaridad y apoyo de los cineastas para con su colega Juan Carlos Cremata, quienes a través de escritos, como el de Enrique Colina entre otros, mostraron su disgusto y rechazo con la arremetida que el Estado asestó sobre el artista, coartándole su pensamiento y su obra. Sigue leyendo
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Más artistas “contrarrevolucionarios” se pronuncian por sus libertades (I)
El sábado 28 de noviembre pasado hubo de efectuarse en la sala “Fresa y Chocolate” en La Habana, la Asamblea del G-20 –como se han hecho llamar ese grupo de veinte realizadores del séptimo arte– que tiene el afán y la prioridad de que la dictadura acepte, finalmente, una Ley de Cine con la que puedan adquirir un espacio de libertad personal para su arte. Es decir, conquistar libertades creativas en pos de independizarse de las marras burocráticas que, hasta la actualidad, los mantienen sometidos en su totalidad a los arbitrios del gobierno. Por lo que sabemos, hasta el momento, no les han enviado a los sicarios al G-20 para amedrentarlos. Sigue leyendo
Solidaridad con un creador honesto
Boris González Arenas, cineasta, ha sido expulsado de la Escuela Internacional de Cine. Su delito, el de muchos: publicar artículos que se oponen al Estado castrista y a los valores «humanistas» que la escuela comparte y apoya. Es decir, que es más importante para el régimen que sus ciudadanos mientan, finjan, crezcan en una hipocresía institucional, que una actitud honesta. Sigue leyendo
Acompañemos a La muerte del gato a denunciar a la dictadura castrista en el FIBABC
La muerte del gato es mucho más que una obra de arte excepcionalmente lograda por Lilo Vilaplana. Es un alegato sin ambigüedades contra la dictadura castrista que azota Cuba desde hace cincuenta y seis años. Sigue leyendo
Talento cubano rumbo al Festival Internacional de Cine de Cannes
Filmación Mágica
Finalmente, a través del celular de mi hijo, en la visita que me hiciera en días pasados a donde me tienen encarcelado, pude apreciar el corto «La muerte del gato», del realizador cubano Lilo Vilaplana, radicado desde hace más de una década en Colombia, lugar a donde se llevó –además de su talento, oficio, algunos amigos y su familia– los rencores que sufrió en carne propia, lógicos de procesos totalitarios, y que ahora, como creador maduro, siente el deber de exponer, primero como literatura, y ahora en el cine. Sigue leyendo