Raúl Castro juega al gato y al ratón, y en lo que sueña con comerse el queso norteamericano, de paso, se da una vuelta por Argelia y Rusia, para también traerse un poco de queso de los viejos amigos. De regreso pasa por Roma, y como no tiene escrúpulos en reunirse primero con el diablo y luego con Dios, se le presenta al Papa como un corderito, pero debajo de ese disfraz habita un lobo. Sigue leyendo
El juego perverso de los poderes
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