Por experiencia propia sé que el preso, sobre todo cuando se sabe encarcelado injustamente, cuando ha sido sancionado por un supuesto delito que considera como un deber aprendido en los libros de historia, tiene un momento, segundos o instantes de locura que desea gritar, correr, golpear su cabeza contra la pared, porque un minuto de encierro duele como un hierro al rojo vivo que penetra la carne.
Por eso no puedo dejar de pensar en aquellos que abrazan casi tres décadas de cautiverio, que han sido sancionados por intentar devolver a nuestro país la libertad que nos ha sido arrebatada.
Son disidentes cubanos que por clamar la libertad de expresión, han sido castigados y han cumplido tres veces más del tiempo que estuvieron los asaltantes al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, allá por el año 1953, donde cometieron hechos de sangre. Sigue leyendo →
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