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Un año antes de venir a las tinieblas, Sonia Garro y su esposo Ramón Muñoz, ya estaban padeciendo las calamidades propias de las prisiones cubanas.
Desde doce meses antes, su hija clamaba por sus padres, y su despertar -en las madrugadas, al escuchar un fortuito susurro y pensarlos de vuelta- se hizo común, para que luego sus ojos se empañaran junto al abrazo de su tía, y asi volviera a conciliar el sueño. Trescientos sesenta y cinco días de constantes preguntas, desde el razonamiento de su adolescencia, sin que le pudieran explicar, darle una respuesta sensata para no tenerlos a su lado. Sigue leyendo →
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